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Foto del escritorCasa Om Veda

La ley de lo opuesto


La ley del opuesto (también conocida como "ley de inversión" o "ley del esfuerzo inverso") es un principio articulado por el filósofo inglés Alan Watts, quien durante años ha estudiado el taoísmo y el budismo zen.


La idea básica es esta: si comienzas desde el final, tendrás todo lo que necesitas para llegar allí. A primera vista puede parecer una afirmación extraña y críptica. Pero si te detienes y lo piensas por un momento, tiene mucho sentido: ¿por qué desviarnos de nuestro camino para buscar una felicidad indefinida, en lugar de decidir comenzar desde la línea de meta?


Este principio es muy similar al Wu Wei del taoísmo, que predica el camino de la "no acción" frente a la búsqueda inagotable e incansable de la felicidad a la que estamos acostumbrados. Nuestros constantes intentos de eliminar la negatividad de nuestras vidas no solo resultan en vano, sino que también nos hacen sentir insatisfechos perpetuamente.


Por estas razones, un "camino negativo" hacia la felicidad nos ayuda a apreciar más la incertidumbre y acoger el fracaso, haciéndonos más libres y alegres.


“Si tratas de mantenerte a flote, ve al fondo; si intentas bucear, flotas. Esta inseguridad es precisamente el resultado de nuestros intentos de sentirnos seguros”. - Aldous Huxley


Los 10 principios

La ley de lo contrario puede a su vez dividirse en diez principios. Aquí están a continuación: Control: Nos sentiremos más impotentes cuanto más intentemos controlar nuestros sentimientos e impulsos. Nuestras vidas emocionales son caóticas ya menudo incontrolables. Nuestro deseo de controlarlos exacerba el problema. Cuanto más aceptemos nuestras emociones e impulsos, mejor podremos controlarlos y procesarlos.

Libertad: Irónicamente, nuestro deseo constante de más libertad nos limita. Solo podemos ejercer verdaderamente nuestra libertad eligiendo y comprometiéndonos en ciertas acciones y objetivos.

Felicidad: Nos volvemos menos felices cuando tratamos de ser felices. Aceptar la insatisfacción nos hace felices.

Seguridad: Tratar de sentirnos lo más seguros posible solo aumenta nuestra sensación de inseguridad. Solo sintiéndonos cómodos con la incertidumbre podemos realmente tranquilizarnos.

Amor: Cuanto más intentemos que los demás nos amen y nos acepten, menos lo harán y, sobre todo, menos amor y aceptación tendremos por nosotros mismos.

Respeto: Cuanto más esperamos que los demás nos respeten, menos nos respetarán. Cuanto más respetemos a los demás, más seremos respetados por ellos.

Confianza: cuanto más tratamos de persuadir a las personas para que crean en nosotros, menos probable es que lo hagan. Cuanto más confiemos en los demás, más confiarán ellos en nosotros.

Autoestima: Crearemos más inseguridad y ansiedad si tratamos a toda costa de sentirnos mejor con nosotros mismos. Cuanto más cómodos nos sintamos en nuestra propia piel, más aceptaremos nuestros defectos.

Cambio: Cuanto más queramos cambiarnos a nosotros mismos, más nos sentiremos inadecuados. Cuanto más nos aceptemos, más creceremos y evolucionaremos.

Significado: Nos volveremos más obsesionados con nosotros mismos y más superficiales si tratamos de asignar un significado o propósito más profundo a nuestras vidas. Cuanto más intentemos marcar una diferencia en la vida de otras personas, más profundo será nuestro impacto.


"Cuanto más tratas de sentirte cada vez mejor, menos satisfecho te vuelves, ya que perseguir algo solo refuerza el hecho de que lo extrañas en primer lugar". -Alan Watts


La obsesión por la escasez

Una de las experiencias humanas más peculiares es la ilusión colectiva de riqueza externa. Desde temprana edad, la empresa nos enseña a asociar la adquisición de cosas externas con una mayor realización.


A menudo pensamos que al cambiar nuestras circunstancias externas, como los objetos o el dinero, los ajustes físicos o el entorno, nos liberaremos fundamentalmente de nuestra sensación de carencia. La ley por el contrario muestra que la realidad es todo lo contrario. Nos sentimos "inferiores" precisamente por nuestra perenne insatisfacción con las circunstancias actuales.


Cuanto más insatisfechos estamos, más sufrimos. Cuantos más cambios necesitemos para estar satisfechos, menos seremos capaces de llegar a ese “estado ideal” creado por nuestra mente.


Por ponerte un ejemplo, imagina que te has fijado el objetivo de convertirte en millonario porque crees que te hará feliz. Establecer tal objetivo no solo significa que lograrlo requerirá mucho esfuerzo, sino que estar tan lejos de tener esa cifra te hará sentir miserable. Perpetuamente harás comparaciones mentales entre tu vida actual y tu vida ideal. Te sentirás pobre e indigno, independientemente de tus éxitos, porque nada estará a la altura de ese objetivo final.


Como resultado, aumentar la cantidad de dinero necesaria para ser feliz te hará sentir aún más inadecuado. En cambio, bajar el umbral reducirá sus sentimientos de insuficiencia porque el resultado estará mucho más cerca de donde está ahora. Sin embargo, seguimos poniendo el listón muy alto, a menudo muy por encima de nuestra posición actual, lo que nos condena a una profunda y duradera sensación de insuficiencia.



La voluntad irracional

La propensión humana a querer más y más puede parecer casi ilógica. Según el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, queremos lo que queremos porque, como todo lo demás en el universo, somos manifestaciones de la voluntad de vivir, o más simplemente de la voluntad. Según Schopenhauer, la "voluntad" es un esfuerzo irracional, sin rumbo fijo e interminable que nos lleva a una vida de sufrimiento que no puede ser aliviada por nada que el mundo tenga para ofrecer. Como resultado, tenemos un deseo patológico de tener más de lo que necesitamos. Nos mueve una constante sensación de escasez. La carencia es percibida por la mente porque cree que el momento presente es insuficiente; falta algo, pero no sabes qué. Por eso seguimos buscando consuelo en las situaciones que percibimos como las más placenteras. Sin embargo, una vez que llegamos a esas situaciones, nos encontramos en el mismo estado de insatisfacción del que tratábamos de escapar.



Entonces, ¿Cómo podemos obtener lo que deseamos?

Aceptar una experiencia negativa es una experiencia positiva. Combatir una experiencia negativa, en cambio, significa sufrir dos veces. ¿Alguna vez has intentado a toda costa quedarte dormido porque sabías que tenías que madrugar? Lo más probable es que sus esfuerzos hayan sido en vano y solo haya alimentado aún más su insomnio. Solo te dormirás si dejas de intentarlo. Y el mismo principio se aplica a todos los demás esfuerzos conscientes. Seremos felices cuando dejemos de intentar ser felices y aceptemos que no necesitamos nada más que lo que ya tenemos. Cuando dejemos de intentar ser ricos, podremos vivir en abundancia porque estaremos contentos con nuestra riqueza y todo lo demás será una bonificación. En consecuencia, la única manera de conseguir lo que queremos es dejar de quererlo. Esta parábola zen que explica cómo limpiar el agua turbia ilustra muy bien esta idea paradójica: Supongamos que estamos buscando el fondo de un estanque con agua turbia. Podemos mezclar el agua o usar nuestras manos para quitar la turbidez, pero ninguno de estos métodos funcionará. La única forma de ver el fondo es esperar a que la arena se asiente y el agua se vuelva clara nuevamente. Nuestros deseos, pensamientos e insatisfacciones están representados por la turbidez del agua. Nuestro deseo de felicidad está simbolizado por el movimiento en el agua y los intentos de eliminar la turbidez. 'Ver el fondo' denota satisfacción, que solo puede lograrse dejando que la turbidez se disuelva por sí misma. Como resultado, deja de intentar conseguirlo y lo tendrás.


Conclusión Conocer la mecánica de la ley en sentido contrario no implica que nunca debamos establecer metas, tener ambiciones o perseguir el cambio. Probablemente hay un número infinito de razones por las que deberíamos hacer cambios positivos en el mundo y no aceptar el statu quo. Sin embargo, esta ley nos enseña a no dejarnos engañar por la idea de que perseguir la felicidad conduce a la felicidad. Es exactamente lo contrario. Y con este conocimiento podemos acceder a un estado dichoso de “no querer” que nos lleva a ser más tranquilos, más reflexivos y más sabios. Para citar a Alan Watts, “el misterio de la vida no es un problema por resolver, sino una realidad por vivir”.

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